AMARRES

Los amarres sirven para atar troncos, construir puentes, torres, pasarelas, y, en general, todas las instalaciones necesarias en un campamento.
Dichos amarres se hacen empleando sogas resistentes y delgadas, con las puntas debidamente terminadas.
Por supuesto, el grosor de la soga depende del trabajo para el cual se la vaya a usar. Una longitud apropiada parece ser, para la mayoría de los casos, de tres a cinco metros.
Tres detalles no han de escaparse a quien efectúa amarres en construcciones:

a) La resistencia del amarre no depende directamente de la cantidad de soga gastada, sino de la buena o mala ejecución.
b) El apresuramiento, aún cuando se tenga poco tiempo, determina en la mayoría de los casos una mala: hechura.
c) Durante el armado del amarre es necesario mantener siempre la soga en tensión.

1) Amarre cuadrado: Se usa para unir dos troncos cruzados en ángulo recto o casi recto, especialmente cuando han de soportar un peso considerable. El amarre cuadrado se comienza por un nudo cabrestante, apretado fuertemente alrededor del trónco vertical, con preferencia debajo del horizontal. Se rodean luego los troncos con la soga dando tres o cuatro vueltas completas, cuidando de que cada nueva vuelta pase hacia adentro de la anterior sobre el tronco horizontal, y hacia afuera sobre el vertical. Para concluir, se dan dos o tres vueltas en redondo entre los troncos, apretando con fuerza para que el amarre quede firme. Se termina luego con otro nudo cabrestante sobre al tronco horizontal.


2) Amarre diagonal: Esta clase de amarre se usa con preferencia cuando se trata de unir dos troncos que forman un ángulo demasiado abierto, o en el caso de que los troncos en cuestión tiendan a separarse. Se comienza con un nudo cabrestante sobre uno de los troncos. Se dan tres o cuatro vueltas abarcando dos ángulos opuestos, y luego tres o cuatro vueltas más sobre las primeras, cubriendo los dos ángulos opuestos restantes. Para que el amarre quede firme, se dan unas vueltas entrecruzadas. Finalmente ha de rematarse el amarre con otro nudo cabrestante sobre cualquiera de los troncos.
 


3) Amarre redondo: Su utilidad es bien especifica: unir dos troncos o vigas que han de trabajar en prolongación una de otra. Se conocen varios métodos para realizarlo; el más sencillo y elicaz es el que presentamos.
Han de efectuarse una serie de espiras entorno de los dos palos, teniendo bien en cuenta la ubicación en forma de búcle de un extremo de la soga, que ha de quedar apretado por abajo. El nudo se termina pasando la soga por el ojalillo, efectuando un nudo rizo entre los dos extremos de la soga. Cuando los dos troncos a unir son muy largos, conviene efectuar dos amarres redondos a unos 50 cm uno de otro. Para que quede permanente ajustado, se puede agregar un trozo de rama o de caña de menor diámetro en uno de los diedros formados por los troncos mayores. Por lo general, una docena de vueltas es suficiente para un buen amarre redondo.

 



4) Trípode: En múltiples oportunidades es necesario contar con un trípode rústico, hecho de madera y soga: sería el caso del armado de una pasarela, puente o simplemente el trípode donde suspender una olla o la pava de mate sobre el fuego.
Colocar en el suelo tres estacas del mismo largo en la posición indicada en el gráfico. Dar luego unas seis vueltas en "8" alrededor de las tres estacas, previo armado de un nudo cabrestante sobre cualquiera de ellas. Una vez efectuado el remate con un nuevo cabrestante, han de apoyarse las dos estacas en el suelo y "forzar" a la restante, que se halla en posición invertida, a que tome contacto con el suelo. Quede bien claro que esta última estaca ha de hacerse girar hacia el lado que presenta resistencia y que, por consiguiente, aprieta el amarre.
Luego de apoyado el tríipode en el suelo, convendrá clavarlo o sujetar sus tres bases por medio de sogas o ramas, atadas a las tres estacas con pequeños amarres cuadrados.

 

5) Estaca pampa: Existe un amarre antiguo en nuestras tierras que en más de una oportunidad nos puede ser de utilidad. Es un procedimiento ingenioso de los indios pampas para atar el caballo por medio de una soga dentro de un campo donde no existen postes, árbol o palas. Consiste en hacer un hoyo en el suelo colocando en él un hueso al que va atada la extremidad del maneador o la soga que mantiene al animal. Una vez bien apisonado el terreno, será imposible que el animal -si está atado- arranque la improvisada estaca, tirando de lado; para conseguirlo habría que jalar verticalmente desde arriba. A falta de hueso, el paisano hace un doble nudo en la extremidad del maneador y lo entierra.
En nuestro caso, podremos reemplazar el hueso por una estaca o trozo de tronco, o piedra; el maneador, por una soga, y el caballo, por un mástil, una viga, viento de carpe, puentes, pasarelas.

 

6) Estacas enlazadas: Cuando se trata de anclar fuertemente al suelo una soga que sostiene una construcción cualquiera, puede utilizarse un sistema de amarre sencillo y muy eficaz. El primer paso consiste en clavar en el piso tres gruesas estacas a unos 15 cm una de otra e inclinadas en sentido contrarlo, hacia el cual se dirigirá la tensión. En segundo lugar se unen dichas estacas por pequeflos trozos de soga, utilizando para ello el nudo cabrestante. De esa manera, la fuerza ejercida sobre el cable o soga se divide y, por consiguiente, es mejor contrarrestada.

volver a nudos